Más arriba, tras el cristal. Alegría y dolor. La ve desaparecer con él, finalmente inocente y sincera. Le ve desapareciendo con ella, culpable únicamente de no haberla amado y de no haberselo hecho creer nunca. Y en tanto que los dos, frescos de amor, salen a la calle, ella se deja caer sobre un sofá. Se desengaña sola, al igual que, sola se había engañado. Con un vaso vacío en las manos y algo más dificil de rellenar dentro. Ella, siempre abono de esa planta que a menudo florece sobre un marchito amor. Esa rara planta llamada felicidad.
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